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Granada Social recoge la voz de las mujeres negroafricanas y su situación en la pandemia, tras el curso organizado por Alianza por la Solidaridad Mujeres Negroafricanas en Andalucía.

Granada Social y Alianza por la Solidaridad

Se llaman Khady y Satou. Entre ambas suman veintinueve años viviendo en Granada. Casi tres décadas donde han pasado por muchas situaciones. Pero, ni en sueños podían imaginar –nadie realmente- lo que se les venía encima, el Covid 19 y la crisis sanitaria y económica que ha venido después.

Khady y Satou son nativas de Senegal y han participado en la campaña de incidencia del curso “Mujeres Negroafricanas en Andalucía: fronteras, violencias y propuestas de acción. Desde Granada Social se ha querido conocer, de primera mano, la problemática de este colectivo tras el confinamiento.

“Ha sido muy duro”, coinciden. Lejos del hogar, la angustia no sólo se vivía en primera persona sino también por los familiares que permanecen en su país de origen. “Mi madre me llamaba todos los días”, dice Khady, “preocupada por las cifras de muertos de los que se iba enterando por la televisión”.

Una angustia aumentada por la imposibilidad de enviar ningún tipo de ayuda “como antes”, porque “ahora no tenemos ni para nuestros hijos”.

Khady tiene tres hijos y nunca pensó que llegaría a tener dificultades para lo básico. Cuando llegó a Granada estuvo trabajando en la tienda que había abierto su marido y que se llevó la crisis del 2008. Aun así, él como autónomo se iba ganando la vida .La mala suerte se cebó en la familia cuando la pandemia le pilló de baja “y le dijeron que, por eso, no tenía derecho a ninguna ayuda, ni del Gobierno ni de ninguna parte”. Con doscientos euros en la casa, las dificultades comenzaron y tuvo que recurrir a “vender lo que me queda”, confiesa Khady emocionada.

Su hijo mayor, de 18 años, se ha marchado a Barcelona a buscar trabajo, mientras que los menores, una niña de 14 y otro niño, que va a cumplir 8, se acostumbran a la nueva situación “aunque afecta no poderles dar lo que necesitan”. Las circunstancias se han cebado, incluso, para obtener la comida, “aunque alguna ayuda sí ha llegado”

Satou, con dos niños, de 15 y 12 años, tampoco lo ha pasado bien, pero ha tenido más suerte “dos veces en semana me hacían reparto de alimentos”. La familia quedó dividida por la pandemia, porque su marido trabaja en Londres y no podía volver, ni mandarle dinero “trabaja en la hostelería y le afectaron los recortes”.

Con esta situación han tenido la complicidad de una  asociación de compatriotas que han estado echando una mano “y no sólo a senegaleses”. Eso, unido a la solidaridad surgida entre vecinos y entorno, han puesto la única sonrisa de este periodo gris en el que, a veces, han tenido que vivir miradas con la pregunta latente del “qué hacéis aquí”, como reproche a compartir recursos con personas que, a veces ignoran, están totalmente insertadas en nuestra ciudad.

“Mis hijos son de aquí”, recuerda Khady. Porque aquí han nacido o se han criado. Por eso, no piensa en volver; algo que sí tiene en mente Satou, porque “yo creo que se es de donde se pasa la infancia”. No puede ser ahora “porque los niños están estudiando y no me los puedo llevar”

Para la nueva generación todo debería ser un poco más fácil: sin barreras de idiomas y con plena integración en el entorno. Algo que tienen en contra quienes, residiendo en Granada hace años, ni siquiera han conseguido dominar el idioma. “Tenemos que ayudar a personas que no saben ni dónde dirigirse para realizar una gestión, que no hablan, leen o escriben en español. Es un gran problema”.

Satou es contundente y piensa que no se puede llegar a un país sin preocuparse de conocerlo: “¿tú por qué no vas a aprender?, les digo”. No hay excusas, según ella, porque hay medios para hacer cursos, se puede ver la televisión “me encanta ver las noticias y los debates… quiero saber”. Y cree que “hay que buscar y buscar antes de conseguir algo bueno”.

Esa autocrítica evidencia que, en algunos casos, el proceder de otros países, no es lo que hace empeorar una situación que está traspasando todos los límites inimaginables.

Pero, ¿es esta situación más aguda en el caso de las mujeres? La respuesta es,  en muchos casos, sí: “los maridos no quieren que ellas se reúnan con otras mujeres”; y es que, “no quieren que les metan ideas raras en la cabeza”. Porque  “ los senegaleses tienen pánico a la Policía”. Aunque no hayan hecho nada, solo por el hecho de cruzársela por la calle; un temor que puede venir, apuntan, de su relación con la venta ambulante en la que “han desarrollado una antena para detectar el peligro y correr”.

Aspectos culturales que hay que tener también en cuenta porque de todo sale algo bueno. Afirman que, aún dentro de la dureza de los tiempos actuales, han aprendido muchas cosas, sobre todo de la tecnología. Y porque, desde la obligada tranquilidad, se han dado cuenta que “no todo es el correr y el dinero”. Eso, claro, cuando lo básico está cubierto. Y esa es su principal petición.

Lo que opinan:

– Es importante que la información se ofrezca en la lengua nativa para evitar errores; y en eso, las asociaciones y colectivos pueden ayudar mucho.

– Nosotras también podemos tener una parte de culpa si nos quedamos en casa y no queremos aprender: debemos conocer el idioma y las costumbres.

– Algunos senegaleses no quieren que sus mujeres aprendan “para no que les metan ideas raras en la cabeza”. Es un componente cultural al que hay que dar solución.

– Es necesario coordinar mejor las ayudas y los recursos para conseguir la difusión adecuada y que llegue realmente a quienes lo necesiten.

– Hay que compartir lo que tenemos; lo mejor que hemos conseguido es la solidaridad y todos tenemos los mismos derechos.

– Cuando hablamos y compartimos nuestras preocupaciones, hacemos desaparecer la ansiedad, y eso es importante.

– La labor de las asociaciones es importante para el apoyo en obtener los recursos básicos que ayuden a salir de esta situación.

Mujeres negroafricanas en Andalucía: fronteras, violencias y propuestas de acción.

Este curso se ha desarrollado entre mayo y junio con participantes que, en su mayoría residen en Sevilla y Granada. Dentro del curso se realizaba una campaña de incidencia que ha sido coordinada por la Asociación Pasos Participación en Granada. Desde junio a octubre se han ido desarrollando distintas acciones en programas de radio, redes sociales y campañas de firmas, así como artículos en prensa donde se han visibilizado problemáticas señaladas por mujeres negroafricanas.

“Derribando fronteras y muros invisibles” es un proyecto que pretende generar un proceso educativo que contribuya a impulsar una ciudadanía crítica a través de la interseccionalidad y busca  reducir las desigualdades entre países y dentro de ellos. Este proyecto está financiado por la Agencia Andaluza de Cooperación Internacional para el Desarrollo.

La actual situación ha generado un nuevo escenario en el que, además de los principios que han generado este proyecto, ha ofrecido datos de interés sobre la forma en que la pandemia está afectando al colectivo migrante y, en especial, a las mujeres.

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