Existen muchas formas de divertirse: hay a quien le gusta hacer deporte, otros prefieren salir con los amigos y algunos están enganchadísimos a las series. Clubes de lectura, artistas, coleccionistas y cantantes son sólo algunas de las formas en que nos organizamos para pasar el rato. Sin embargo, desde hace unos años los videojuegos han venido pisando fuerte, y cada vez ganan más protagonismo.
Realmente el origen de los videojuegos es más antiguo de lo que podríamos pensar. Ya desde la segunda mitad del siglo XX existían las computadoras electrónicas, lo que llevó a la aparición no mucho después de programas de carácter lúdico. Tennis for Two o Spacewar, aunque pioneros, nunca llegaron a salir al mercado, ya que solo podían jugarse en aparatos que solo se encontraban en universidades o centros de investigación.
Hubo que esperar a los años 70 para que las primeras máquinas recreativas y consolas domésticas estuviesen a disposición del gran público. Pong, Space Invaders, Pac-Man y Asteroids, entre otros. En los años 90, gracias a la expansión de la conexión a internet, los juegos en línea empezaron a cobrar protagonismo, permitiendo que gente de todo el mundo se conectase simultáneamente. A mitad de los 2000, la llegada de sistemas de control basados en el movimiento como la Wii de Nintendo o el Kinect de Microsoft revolucionaron la forma de jugar, y el uso de los teléfonos móviles como dispositivos de juego permitió que mucha más gente los descubriese. Actualmente, el desarrollo de nuevas tecnologías se centra en la realidad virtual, la que parece ser la gran promesa del futuro.
Pero a pesar de que los videojuegos surgieron originalmente como una forma de entretenimiento, con el tiempo se ha descubierto que pueden llegar a tener aplicaciones inesperadas Por ejemplo, entre los efectos positivos que se les atribuyen están capacidades tales como coordinación ojos-manos, capacidad lógica, capacidad espacial, resolución de problemas, desarrollo de estrategias, concentración, atención, colaboración, cooperación y selección de información relevante, estimulación auditiva, entre otras. ¡Y eso sólo en los videojuegos normales! Porque los que se crean con propósitos educativos, además, sirven para aprender asignaturas y temas.
Volviendo al potencial de la realidad virtual, la simulación de entornos tridimensionales se utiliza ya para tratar el trastorno de estrés postraumático y aliviar el dolor crónico. La rehabilitación tras sufrir lesiones también está en el aire, así como la práctica de las expresiones faciales para las personas con autismo.
Pero no todo en los videojuegos es progreso técnico: al final del día lo importante son las personas, como demuestran organizaciones como Juegaterapia, que dona consolas y construye jardines en los hospitales infantiles para que los niños con cáncer pasen la quimioterapia de forma más amena. Muchos jugadores y streamers famosos celebran eventos benéficos periódicamente, recaudando fondos para los proyectos que más lo necesitan.
Y es que al final del día los juegos han pasado de ser un hobby de nicho a ser una parte muy grande de la sociedad: una que tiene mucho que ofrecer a todo aquel que quiera descubrirla.