#ConMdeGranada | Un cambio social se produce como consecuencia de una modificación en la estructura de una sociedad que puede afectar a sus valores, normas o tradiciones. El inicio de un cambio social puede ser lento, pero en el momento en el que se pone en marcha es difícil pararlo, y eso es lo que lleva ocurriendo con la igualdad de género desde hace años. Poco a poco, lentamente y sobre todo gracias a pioneras como nuestra protagonista.
Ángela Laguna se siente orgullosa de ser una de las primeras mujeres en conseguir colocarse como instructora de ciclo en los gimnasios granadinos. Es ya una veterana y un rostro conocido en el mundo del fitness. Lleva toda una vida luchando por abrirse paso en un mundo que históricamente ha estado dominado por el género masculino. Ha tenido que escuchar en multitud de ocasiones el típico “prefiero que esta clase me la de un hombre antes que una mujer”, un comentario que ella siempre ha utilizado para coger fuerza y luchar por su sueño.
Ángela es incansable, luchadora y entusiasta. A pesar de tener sólo 36 años, lleva a a sus espaldas una experiencia que hace de ella una jabata del fitness. Nunca dejó sus estudios de lado, desde sus estudios primarios en el colegio Juan XXIII hasta los universitarios en INEF y Magisterio en la UGR. En aquella época ni imaginaba que el destino la desviaría del mundo docente, y su parada final sería llevarla hasta otro camino muy distinto: las salas de entrenamiento.
El mundo del deporte fue su gran vocación desde muy joven, tanto es así que con pocos años empezó a tomar clases en una academia de baile cercana a su casa. Sin saberlo esta iba a ser la puerta a lo que sería la dedicación de su vida. Para su instrucción en el arte del baile le exigían el paso por el gimnasio, y esta fue la clave, “se me iban los ojos tras las mancuernas cada vez que pasaba por la sala de musculación”, nos cuenta ella misma, a lo que añade, “en aquel tiempo veías pocas, por no decir ninguna, mujeres en los centros deportivos”.
Cuando comenzó a dedicarse profesionalmente al mundo del fitness se dio cuenta que los usuarios preferían que los instruyera un hombre antes que ella, a pesar de la extensa formación que acarreaba. De hecho hasta no hace mucho tiempo le seguían diciendo: “Ángela de bailes sí, pero de barras no”. Ella siguió buscando sus metas, si moverse del camino, cumpliendo sus objetivos sin mirar hacia el lado. Y así, se convirtió en una de las primeras instructoras de ciclo de la ciudad, una valiente que puede con todo.
Pero hasta llegar aquí ha sido toda una carrera de fondo. Desde que en su casa dijo “yo quiero dar clases de fitness”, nada le ha venido caído del cielo. En su familia le asustaba la idea de que al entrar en el mundo de “los gimnasios” cayera en algún tipo de adicción a los complementos y sustancias que se utilizan para ganar masa muscular y alcanzar un alto rendimiento. Este fue uno de los motivos por los que cuando empezó decidió asumir en primera persona todos los gastos de su formación. Ha trabajado casi de todo para alcanzar su meta, y así especializarse en las distintas destrezas que hoy imparte. Hoy es una monitora global.
Los prejuicios y la inseguridad en según qué cosas también han estado presentes a lo largo de su trayectoria. Recuerda, sin afectarle demasiado, como la juzgaban por su aspecto físico. Una mujer debía de ser femenina y no musculada. Llegando incluso a insultarla cuestionando su orientación sexual y aspecto. “A mí sólo me afectaba si venía de parte de un chico que me gustara”, asegura entre risas. Unos prejuicios que asombrosamente siempre (o en su inmensa mayoría) han venido del sector femenino. Nos pone un ejemplo muy descriptivo: “a la hora de sustituir a algún chico en un centro, las mujeres siempre querían que les diera clase un hombre. En ese sentido también he tenido controversias, hasta tal punto que un día dando una clase de step me dijo una usuaria: ´mira si eres torpe que a veces lo haces para la derecha y a veces para la izquierda´. Afortunadamente hoy día estos episodios apenas suceden. Lo que no quita que el miedo cada vez menor, sigue siendo una handicat por parte de las mujeres pero con mucha menos fuerza. En su día a la sala de musculación la llamaban ´el lado oscuro´, porque no querían mezclarse con los chicos que entrenan fuerza, por no hablar del típico “yo no quiero parecerme a un hombre”. Pero también ocurre al contrario, en clases de zumba los chicos no querían, ni quieren formar parte de una actividad que ha estado muy ligada al género femenino durante largo tiempo. Lo que ninguno se para a ver es que todo es necesario para alcanzar según que objetivos. «Gracias a Dios, hoy día la inmensa mayoría de los estigmas en este mundo van desapareciendo. Ves a chicas en clases de crossfit, entrenando con barra, en el TRX, y eso me hace tremendamente feliz. Por dos motivos: los prejuicios eliminados y la pasión por el deporte».
Ángela ha impartido clases en la mayoría de centros deportivos de Granada y de forma muy rotunda asegura que «en el colectivo tenemos un problema de regulación a nivel legal. Aunque he de decir que no se nota la brecha salarial entre hombres y mujeres. En ese sentido el mundo del fitness es puntero. Pero también es cierto que tanto para él como para ella las situaciones que se dan día a día cuando eres padre o madre son difícil de gestionar. He llegado a escuchar: “me da igual que tu hijo este enfermo, tienes que trabajar”. Mi experiencia me hace quedarme con algo muy positivo: el fitness te cambia la vida. Es capaz de transformar, no sólo tu estado físico, sino también tu estado mental. Es una actividad que nos aporta salud, bienestar y equilibrio.
Jerónimo González Carrillo | Entevista