Claves para implementar la economía social

Rosa Estañ Homs | “La economía social y solidaria refiere principalmente a las relaciones de producción y distribución que están organizadas por el principio de solidaridad y no persiguen el lucro; ​ es la consumación del estado social”. La finalidad del lucro, o búsqueda de maximizar el beneficio empresarial, está detrás de modelos de producción como es el capitalismo, que defiende la propiedad privada y la importancia del capital, por encima del valor y del bienestar del trabajador. Modelos en principio mas igualitarios, como son el socialismo o el comunismo, han intentado redistribuir la riqueza y la limitación del abuso de los poderosos. Pero la historia esta demostrando que tampoco han dado una respuesta justa a la iniciativa empresarial individual o colectiva, o al desarrollo del talento y la monetización de los propios conocimientos.

La era industrial iniciada en Inglaterra en el Siglo XVIII impulsa la mecanización, la especialización del trabajo en grandes cadenas humanas y el pago de un salario a cambio de horas de trabajo en largas y rutinarias jornadas. Mas de un siglo después, nace en 1864 en Londres la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), llamada “La Internacional”, primera central sindical mundial de la clase obrera, que surge precisamente para intentar frenar los abusos de una explotación humana intensiva. Vemos que cristaliza así la división del mundo industrial en dos fuerzas, una la de los “ricos” o capitalistas, focalizados en maximizar el beneficio empresarial, y otra la de los “obreros”, con pocos recursos económicos y limitada formación, que se esfuerzan en poner coto a las extensas jornadas de trabajo y la ausencia de derechos económicos y sociales. La economía social y solidaria surge en torno a 1971 para poner freno a las injusticias y desigualdades de la era industrial. Pionero de esta iniciativa fue Klaus Martin Schwab, un economista y empresario alemán, conocido principalmente por ser el fundador de Foro Económico Mundial. Schwab asegura la inviabilidad del sistema económico, sin desarrollo social. A su vez, el desarrollo social no es viable sin progreso económico. Es autor de varios libros, uno de ellos “La cuarta revolución industrial”.

¿Quiénes fueron los pioneros de la economía del bien común?

La economía del bien común es un sistema económico alternativo completo, los fundamentos han sido desarrollados por Christian Felber de 47 años de edad. Es un profesor universitario de economía austríaco, bailarín, escritor y divulgador en materias de economía y sociología. Es especialista en economía sostenible y alternativas para los mercados financieros. Actualmente se ha desarrollado un nuevo modelo internacional económico denominado “Economía del bien común”, que desafía los modelos tradicionales del capitalismo, socialismo y comunismo. Su frase “Con la economía del bien común habría abundancia y no austeridad» es todo un reto para los clásicos movimientos capitalistas, donde el beneficio y lucro de unos pocos es lo importante, en detrimento de la mayoría de las personas.

¿Cuáles son los fracasos de las actuales economías?

Una economía basada fundamentalmente en la generación de beneficios y del lucro, pone al poder y el dinero como finalidad en si misma. Este objetivo sería deseable si, a la par, la riqueza fuera distribuida de manera proporcional a los recursos que intervienen en los sistemas productivos. Hasta hace bien poco, se ha hablado de “recursos económicos”, es decir el capital propio de los dueños de un negocio y de la financiación obtenida de las entidades financieras, y “recursos humanos” puestos al servicio empresarial. Sin desdeñar en absoluto el riesgo en el que incurren los empresarios cuando crean un negocio, lo cierto es que se potencia la creación de la riqueza de una compañía, que favorece siempre a sus propietarios. Mientras que la contribución que realizan las personas, con sus conocimientos, creatividad y dedicación está limitada normalmente a un sueldo.

Los fracasos de estas economías basadas en la obtención de un lucro -que no suele revertir en la sociedad- son evidentes:
Polarización entre dos figuras, el dueño de negocio y el trabajador, con intereses no siempre confluyentes, si no hay políticas participativas de integración y desarrollo de carrera, o participación en los beneficios. Vinculación del esfuerzo del trabajador a la producción, especialmente relevante si ésta es estacional. No participación de los empleados en las decisiones estratégicas de la empresa, porque realmente no es “suya”. Este tema es crítico cuando hay relevos generacionales dificultosos, guerras internas en el accionariado por el control, problemas de equilibrio económico financiero, legislaciones adversas al sector, etc. por su impacto en la estabilidad e incluso viabilidad, de la empresa. Rigidez de horarios lo que impide la conciliación familiar.

Dificultades en la rotación de puestos que favorezca el desarrollo profesional del empleado y su ampliación de competencias.
Monotonía y desincentivación por falta de estímulos en la aportación de ideas creativas, especialmente si las estructuras empresariales son rígidas. Cuando el dinero se convierte un fin en si mismo, sin otros valores que impulsen el dinamismo tanto de las propias empresas como de los empleados, las consecuencias son amplias. Afortunadamente estamos ante un cambio de paradigmas importante, que están impulsando economías transformadoras, colaborativas, sociales, sostenibles, justas, equilibradas. Detrás de este movimiento están lideres inspiradores, empresas y organismos con gran compromiso social, donde las personas son el centro, a la par que la generación de riqueza sostenible.

¿Cuáles son los principios rectores de una economía social?

Estos son los pilares de una economía social: Valores que impulsan la solidaridad, la cooperación, la autoconfianza, la valoración del otro, la acción de compartir. El éxito empresarial pone su foco en el beneficio social, sin obviar el beneficio económico. Participación de todas las personas en la propuesta de mejoras, partiendo desde todos los niveles productivos y validándolas democráticamente en referéndum. Nuevo sentido del éxito empresarial, con implementación del “Balance del Bien Común”, que mide rendimientos sociales, ecológicos, democráticos y de justicia distributiva. Incentivos para las empresas con mejores “balances sociales”, que les suponga incentivos fiscales y económicos. Al no ser prioritario el beneficio económico, las empresas podrán encontrar su tamaño optimo, donde son mas eficientes con las personas y recursos económicos adecuados. La lucha por la competencia a muerte, para crecer y vencer a la competencia y dominar el mercado, no será necesaria.En las empresas, a diferencia entre la renta mas alta y la más baja estará limitada. La concentración del poder económico y político también tendrá unos límites.

Hay otros principios rectores, que vienen a impulsar un cambio profundo en nuestra sociedad. El camino será lento, progresivo, porque se requiere un cambio de cultura y educativo diferente. Objetivos de responsabilidad, empatía, sostenibilidad, bien común, economía social, equilibrio, respeto, compromiso con el medio ambiente, equidad… suena muy bien, ¿verdad?

Estamos ante un cambio profundo económico, social, ambiental y político. Esta vez los actores de esta transformación somos todos, ya no son los “poderosos” los únicos capaces de mover los hilos y dominar el mundo. El poder está en nosotros. Seamos parte de este movimiento hacia las economías mas justas y transformadoras. Una economía ha de ser basada en valores éticos. La dignidad de los ciudadanos ha de ocupar un lugar primordial y cada persona ha de tener derecho de decisión para un cambio positivo. Hay alternativas. Es posible, está sucediendo.

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