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Las Veredillas de San Cristobal

David Rodríguez Jiménez-Muriel | En las veredillas de San Cristóbal había un lugar casi de culto para los castizos y amantes del flamenco. Era la Cueva de la Macaca, que tuvo que abrir sus puertas en el siglo XIX y que con las lluvias terroríficas del 16 de febrero de 1963, se vino abajo provocando la muerte de Antonio Maldonado y su hijo, cantaor y guitarrista, aunque ofrecían también “danza” que dice la prensa. Ese mismo año acabó la vida de la Cueva de Macaca esa gitana del siglo XIX que provocó uno de los dichos más castizos que aún hoy sigue en los labios de los auténticos. Así que esta foto, de 1920, con su siglo a las espaldas, nos sirve para recordar el casticismo más puro, a la vez que recordamos al alemán Otto Wunderlich que hace justo 100 años decidió inmortalizar Granada para su empresa de postales y que gracias al Catálogo Monumental de España vamos conociendo. Lo que más me sorprende de un espacio como este, es la aletargada parada que el fotógrafo le provoca al arriero. Se entorna la puerta de la casa de la izquierda y el mulo, aprovecha para mordisquear lo poco que los contundentes cantos rodados dejan crecer. Cae la tarde a plomo y queda poco para acabar. Esta Granada de progreso y Gran Vía, de intelectuales y genios mundiales, está muy lejos. Por las veredillas de San Cristóbal, por las espaldas de San Ildefonso y por ese Zenete histórico, el mundo ni avanza ni retrocede, es el que es. El de la foto.