Joaquín (54 años) es una de las personas sin hogar que intenta subsistir en el centro de Granada. Pasa las noches en el recinto de un cajero automático (Camino de Ronda) donde es visitado periódicamente por los voluntarios de la Cruz Roja. «Me tomo un café con ellos y sobre todo, charlo. La soledad es muy mala». Joaquín, navarro de origen, perdió su trabajo con la Gran Recesión y ese problema le agudizó un incipiente alcoholismo que acabó precipitándolo a la calle. «Poco a poco fui vendiendo todo hasta hundirme en la miseria. Acabé, aquí, en la calle, con tres mantas viejas». Un perfil, asegura la Cruz Roja, muy común entre las aproximadamente 130 ó 150 personas sin hogar a las que atiende diariamente en las calles de la capital.
La ONG desarrolla el programa municipal de atención a este tipo de personas que prácticamente lo ha perdido todo. Historias humanas de individuos que se han arruinado o son adictos a cualquier tipo de sustancia o la combinación de ambos factores, recuerdan los expertos, y que han terminado viviendo entre cartones y mantas viejas, y abocadas a la solidaridad de otras.
La Cruz Roja se ha encontrado con un aliado inesperado para estar labor (nocturna la mayoría de los casos) gracias a la iniciativa #empresassolidarias. El concesionario oficial de Ford en Granada, Mica Motor, les acaba de proporcionar un vehículo adaptado que servirá de unidad de emergencia social y con el que el voluntariado podrá prestar asistencia humanitaria, información y asesoramiento a estas personas. Joaquín agradece el café y que le hayan ofrecido pasar la noche en un albergue en una de las noches más frías de este invierno. Pero rechaza ese ofrecimiento. «No me gusta estar con otras personas toda la noche. La soledad me ha vuelto muy individualista», apuntilla. Los miembros de la Cruz Roja reconocen que muchas veces les ocurre el mismo problema: «Son personas ariscas o reacias (por así decírselo) a integrarse de nuevo. Es uno de los problemas de la exclusión social, la incapacidad de volver a revivir».
