Es una mujer ocupada, de hecho hoy atiende a Granada Social en su sede de calle San Juan de Dios, antes de dar de cubrir las necesidades dede un centenar de personas. La entrevista tendrá que realizarse mientras lidia con la tarea de cada mañana, nos recuerda que ‘los usuario comen tengamos faena o no’.
Mayores, discapacidad, salud mental, su legendario hospital, San Juan De Dios ofrece la obra social más amplia de la ciudad, y se centra en las personas en riesgo de exclusión. Inés sus voluntarios tienes muy presentes los valores ancestrales del fundador: hospitalidad, responsabilidad, calidad y espiritualidad que a pesar de conformarse en el siglo XVI siguen muy vigentes a día de hoy.
Comenzamos la charla con Inés le gusta llamarse ‘apagafuegos’. Madre de 4 hijos que en más de una ocasión ya han colaborado en estos comedores. Son las 10.00 de la mañana y comienzan los preparativos en cocina, los voluntarios llegan ahora del Banco de Alimentos, traen verdura fresca, digamos, muy madura.
- Inés, vemos a mucha gente funcionando como un reloj, nadie para, ¿cuántas personas participan en vuestra labor?
Tenemos un equipo de 130 voluntarios que se dejan la piel, son comprometidos y muy asiduos, pero no te miento si te digo que nos gustaría tener a más jóvenes. universitarios se interesan y colaboran, pero aquí se necesita una implicación grande, igual por eso nuestro fuerte son los jubilados. Queremos cautivar a las nuevas generaciones, aquí se trabaja en vacaciones y en exámenes, pero nos organizamos bien. Esta colaboración llena mucho, yo me voy a casa cada día con la satisfacción del deber cumplido, hasta donde llegamos, claro.
- ¿Se necesita una formación específica para colaborar?
El año pasado atendimos a más de 6.000 personas en las más variopintas facetas, todo el mundo es bienvenido, pero para algunas tareas se necesita especialización. Con los enfermos nos vienen genial, por ejemplo, voluntarios con formación sanitaria, pero también nosotros formamos a nuestra gente para que ayude dando el trato más digno, desde uno de nuestros valores fundamentales: la Humanización. Ahora nos estamos centrando mucho en la atención psicológica, ese ‘todo va a ir bien’ no es suficiente, se necesita formación para asesorar y sacar a la gente de la calle, ese es nuestro principal objetivo.
- Hablas de labores variopintas, ¿en qué ayuda San Juan de Dios?
Lo primero, el asesoramiento a todas las personas que no ven salida en un tema complicado, somos especialistas en emergencias sociales. Nos nutrimos también de la solidaridad de los vecinos, por ejemplo, con los contenedores de ropa, nosotros ponemos desde una ducha, con sus utensilios de higiene a los medios para que puedan sacarse el carné de conducir para que puedan trabajar. Pues ahí trabajamos, dando salida a muchos problemas en todo lo que está en nuestras manos. Aquí no nos avergonzamos de pedir ayuda.
- ¿Cuál es el primer consejo que dais a un voluntario que llega a vuestras manos?
Aquí olvídate de tus prejuicios, déjalos en casa. Se van a encontrar con gente de todo tipo, la mayoría muy agradecida, pero también hay situaciones difíciles porque hay muchas personas en situación límite. La escala de valores de alguien en riesgo de exclusión es diferente, viven al día, es supervivencia y hay que trabajar con ellos para conducirlos hacia proyectos más duraderos. Para las personas que vivimos con las necesidades básicas cubiertas e incluso con comodidades, no es fácil a veces llegar a comprenderlos en un principio, pero no hay nada más gratificante que escuchar, trabajar por ponerse en la piel del otro y contribuir a que alguien pueda dejar de vivir en la calle. Los trabajadores tenemos que ser fuertes, no te voy a engañar, pero siempre vemos el vaso medio lleno, tenemos claro que todo el mundo necesita una oportunidad.
- ¿Esa fuerza es para concienciaros del hecho de que no podéis siempre ayudar en todo lo que quisierais?
Entre otras cosas. Más o menos la mitad de nuestros recursos vienen del fondo de emergencia social, es ese 0’7 que damos en la declaración. La otra parte viene de la Orden y de la ayuda de tantos bienhechores que colaboran de manera desinteresada. Esos son prácticamente nuestros recursos. Con eso hacemos de todo: atención a la gente sin hogar, entrega de alimentos para familias necesitadas, cuidado de enfermos con un botiquín social o, por ejemplo, labores con las personas de la residencia de mayores San Juan de Dios, que es ahora una de nuestras prioridades. Nos metemos en todos los charcos donde podamos aportar.
La conversación va interrumpiéndose a cada minuto con la entrada de nuevos voluntarios. Nos rodean casi una decena de abnegados colaboradores que colocan los lotes que han recogido del Banco de Alimentos. Nos comentan entre chascarrillos que recordemos que la gente en apuros come muchas más cosas que lentejas y garbanzos; está claro que la pedagogía en lo social nos hace falta a todos. Las toallas y la pasta de dientes son de lo mejor recibido, para recuperar un lugar en la sociedad hay elementos como la higiene que son imprescindibles, ellos bien lo saben, ducharse y llegar limpio al comedor muchas veces es una exigencia para sus usuarios.
Nos hablan de sus usuarios, a muchos los conocen por el nombre desde hace años pero cada día llega gente nueva. Les preguntamos por los casos que más les han marcado, la respuesta es siempre la misma, hay demasiados que nos han dejado huella. Coinciden en que se van a casa con su paso por el centro en la cabeza, hoy Inés se duchaba recordando que aún no le ha llegado el termo a esa familia que lleva un mes bañando a sus hijos con agua fría.
Nos vamos de San Juan de Dios con la sabiduría de casi 500 años de ayudar sin juzgar, con un buen rato compartido entre gente para la que su éxito personal está en su trabajo. Sacar a los excluidos de Granada de la necesidad y la calle. Nos dejan una enseñanza: reinsertar les cambia la vida, pero en ambas direcciones.