Un nuevo tiempo para la solidaridad

Resulta muy difícil imaginar cómo será el primer día tras el desastre. A esta noche repentina en la que nos ha metido el virus, le sobra oscuridad y le faltan puertas por las que podamos salir. Pero llegará el amanecer de un nuevo tiempo y, mientras apoyamos a los héroes cotidianos que a diario nos salvan la vida, mientras frenamos la curva mortal quedándonos en casa, tenemos la obligación de pensar en cómo ayudaremos en la reconstrucción todo lo que en nuestra ciudad ha quedado dañado,menoscabado o, simplemente destruido.

Llevamos millones de años evolucionando como especie y, siempre hemos salido victoriosos de cada una de las batallas que la muerte nos ha presentado en forma de enfermedad. Siempre de la mano de la Ciencia, desde la más rudimentaria de la Edad Media a la más sofisticada de la actualidad, hemos caminado -y debemos seguir haciéndolo-, no sin dificultad, por el camino de la historia, dejando por desgracia a muchos amigos por el camino, pero con lecciones aprendidas que nos han permitido crecer, desarrollarnos, vivir más y vivir mejor. Esta terrible circunstancia no debe ser diferente.

En especial porque tenemos muy claro el por qué ha sucedido y conocemos los instrumentos para el nunca más debe volver a pasar.
Vuelvo a referirme a todos esos millones de años de evolución, aunque en esta ocasión lo hago para destacar una parte muy negativa que nuestra hegemonía animal sobre el planeta ha traído consigo. Hemos sido una plaga para nuestro entorno. De hecho, lo seguimos siendo habiendo roto todos los equilibrios, todas las cadenas, desarbolando (también en sentido literal) las defensas naturales de nuestros ecosistemas que, gracias a nuestra mano se han vuelto vulnerables, impidiendo la función que la naturaleza les entregó. Este sistema capitalista voraz no puede ser la
guía de nuestro crecimiento.

Paremos. Aprovechemos el confinamiento para descubrir los efectos tan positivos que tiene para la vida nuestra ausencia en las calles. Tomemos
nota: un aire mejor, menos ruido, más salud. Quizás, este mes de confinamiento no frene los efectos nocivos del cambio climático, pero hemos aprendido (al menos hemos debido hacerlo), que si queremos podemos cambiar de conducta, algo que redunda de manera muy positiva para nosotros mismos. Pero esto no va solo de grandes discursos o de relatos épicos. También va de una vuelta a lo básico, a lo que vivimos la gente de mi generación y nuestros padres y abuelos.

Volvamos a la tienda del barrio, consumamos en los negocios de nuestras calles más próximas. Una ciudad no lo es sin comercio. Es el comercio el corazón que nos impulsa. Y esta crisis nos lo ha enseñado. Seguramente, muchas de las tiendas y establecimientos pequeños con los que hemos convivido en los últimos años sean arrastrados por esta ola macabra, pero los que abran, los valientes que decidan subir de nuevo la persiana merecen nuestra complicidad. La pescadería, la carnicería, la librería… todos esos negocios merecen que nuestro tiempo también sea para ellos. Evidentemente que a ellos habrá que exigirles también un cambio en sus rutinas, una adaptación a la regla general. Tendrán que abrazarse al fin a las nuevas tecnologías, deberán seguramente modificar sus horarios para que unos y otros nos adaptemos,
pero el resultado final, estoy seguro, merecerá la pena, porque nadie va a perder. Cuando esto acabe no será de repente. No vamos a despertarnos un día creyendo que lo vivido quedó atrás como por ensalmo.

+Será duro. Será lento. Tenemos que aprovechar ese nuevo tiempo para abandonar el individualismo que nos ha llevado a la errónea creencia de preservar solamente el espacio en el que habito, sin pensar que ese lugar está íntimamente relacionado con el de la persona que tengo a
mi lado, y así sucesivamente. Es tiempo de pensar en construir conjuntamente, de alianzas, de proyectos compartidos, de economías colaborativas, de políticas participadas, de sociedades interrelacionadas, de solidaridad. Si entendemos eso, si variamos nuestra actitud y damos la espalda a la etapa anterior, no solo le habremos vencido al virus, sino que lograremos dar un paso hacia esa utópica ilusión de vivir en una sociedad mejor.

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