El valor de la cercanía

Paco Cuenca Granada

Estoy convencido de que este año 2020 no lo vamos a olvidar. Y aunque no todo lo que ha pasado ha sido necesariamente malo, la balanza, por desgracia, se desnivela hacia su lado más negativo, especialmente por culpa de esta pandemia que nos ha dado de lleno y contra la que llevamos luchando desde el mes de marzo. Saldremos adelante, no me cabe duda, pero el camino va a ser muy largo, el esfuerzo, muy duro y las perdidas serán irrecuperables. Tenemos que confiar plenamente en la Ciencia, dejar que las investigaciones obtengan resultados que nos permitan albergar la esperanza en la derrota final a un virus que ha transformado todo.

 Hace muy pocos días, el ministro Illa anunciaba que España estaba ya en disposición de probar una vacuna con la que derrotar al Covid. Es, sin duda, un gran éxito que acredita el potencial científico de nuestro país, en el que Granada juega un papel muy importante. Pero mientras llega el día de poder vacunarnos con un tratamiento plenamente eficaz contra el virus, y con él arriba la recuperación de la plena normalidad, tenemos que enfrentarnos a una rutina compleja, desalentadora para miles de familias que, por culpa de esta pandemia han perdido prácticamente todo.

Hoy se celebra el Día Internacional de la Solidaridad, una oportunidad magnífica para recordarnos que tenemos por delante una tarea durísima, la de tejer una red solidaria que permita salir del agujero a quienes esta crisis ha dejado sin esperanza. En Granada lo vemos a diario desde que estalló esta situación: comercios cerrados, familias que tienen que acudir a los servicios sociales municipales en busca de ayuda para garantizar los derechos más básicos; autónomos que han visto cómo su proyecto se ha deshecho, y con él todos sus recursos; personas que han perdido el empleo… Esta es la radiografía, grosso modo, de la pandemia en la nuestra y en cualquier otra ciudad de nuestro entorno. Y esta radiografía se endurece aún más en aquellos lugares donde la pobreza es ya estructural, inherente al sistema. En Granada sabemos de algunos barrios que han pasado de estar en una situación dura para caer al pozo de la desesperación.

Como decía, tenemos la obligación ética de construir una tupida red de solidaridad que nos permita amortiguar la caída. Es verdad que algunas de las medidas que podrían ayudar a las personas y entidades más afectadas dependen de los poderes públicos, de la sensibilidad de unas administraciones que tienen que poner a disposición de todas esas familias cuantos recursos posibles sin escatimar esfuerzo alguno. Pero no es menos cierto que, a título particular también podemos ayudar de diversas maneras a quienes tenemos cerca. Una forma de hacerlo es la de apoyar al comercio de proximidad, esa tienda que tienes junto a tu casa, valoremos la cercanía, ese establecimiento al que, quizás por falta de tiempo o por imposibilidad horaria te era imposible acudir, o por la comodidad que brindan esas grandes superficies en las que todo está a mano. Cambiemos el planteamiento de consumo, modifiquemos nuestros hábitos, apostemos por esas tiendas en nuestros barrios. Porque son ellas las que vertebran nuestras ciudades, son ellas las que hacen barrio, son ellas el motor.

Nos quedan por delante meses largos y complicados hasta que la vacuna arrincone al virus. Aprovechemos este tiempo para mantener viva la llama solidaria que prendió en la etapa más complicada del confinamiento, demostremos con hechos que la lección está aprendida y que eso que llaman “la nueva normalidad” es realmente un tiempo nuevo en el que abandonaremos las actitudes individualistas y los comportamientos egoístas que no han conducido precisamente a construir sociedades mejores.

Paco Cuenca

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